La máquina de efectos funciona mediante las sencillas leyes de la física. Una paciente acumulación de energía, ordenando el mundo de manera premeditada y simbólica para que sucedan cosas, hace que, finalmente, con un pequeño empujoncito, con un mínimo impulso, toda esa energía concentrada en la máquina se desencadene obteniendo el efecto deseado. Ese es el planteamiento de la Revolución Social Libertaria. No tiene más misterio.
La segunda máquina de efectos encadenados es la de una anónima mujer de rostro hermético (aunque muy simpático), y voz un tanto nerviosa, que prepara un rastro de cerillas que llegan hasta un muñequito colgado de un cordel. Bajo el muñequito hay un montón de cerillas. Enciende una vela. La vela enciende la primera cerilla, el incendio llega hasta el final y se achicharra el muñequito. Las llamas prenden la alfombra, llamas de cuatro metros y hay gritos y un cubo de agua... No sé si el seguro pagará eso. Es una máquina de lo más simple, y de lo más educativa que he visto en mis largos años de pesquisas. Es decir: militante quemado.
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